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Luis & Ysabel Moreta |
Sépase que
los hogares en donde se invalida el derecho de la mujer, carecen de sentido y
no pueden proyectarse en buena dirección.
Son hogares cuya trayectoria es monofásica. Es como cuando la fábrica tiene una conexión eléctrica de
220 voltios, y todas las máquinas están funcionando con un solo circuito de 110
voltios. Ese circuito se sobrecargará mientras que el otro circuito de 110
voltios, estará inutilizado. ¡Que
desperdicio de fuente, de energía, de recursos! ¡Que desperdicio de talento, de
capacidad, de conocimiento, de sabiduría!
Grandes dilemas se levantan en el
hogar en torno a ideas y propósitos que pudieran ser de beneficio mutuo,
y que pudieran mejorar las condiciones de la casa, pero las diferencias pueden
obstaculizar buenos y saludables proyectos.
Estamos en una larga etapa de transición de la emancipación de la mujer
que, ni los hombres ni las mujeres de las sociedades machistas, hemos podido
asimilar. Les explicaré por qué.
La inhabitual posición de la mujer en el poder adquisitivo y el acceso a
cargos públicos de eminencia, la pone en superlativo alterando así su sutil
conducta de dama, lo que pone en amenazas el equilibrio del hogar. Una mujer que entiende que ha escalado peldaños que en el pasado estaban reservados
solo para hombres, puede verse afectada emocionalmente. Puede alterar su conducta, y por tanto, desafiar
o desconocer la autoridad de su marido.
Bueno sería que la sociedad
entienda ese fenómeno y se capacite para enfrentarlo puesto que, al entrar la
mujer en el tren de la producción y de la administración en las empresas
privadas y en las instituciones publicas, se han registrado inconmensurables
beneficios. Debieron haber entrado
siglos antes a ejercer esas funciones.
Más, el hombre, con el temor de perder hegemonía, y de ver mermada su
autoridad, levanta una coraza de protección por ver en la mujer la amenaza mortal de su ego. Por eso siempre está celoso, reacio y
desconfiado.
En estas sociedades tercermundistas cuando las mujeres son las dueñas de
la plata, se enaltecen al extremo de cargar con el señorío en el entorno;
mientras que los hombres tienden a dejarles el sitio. Si quien tiene el poder adquisitivo es el
hombre, este es el Don Juan del lugar, el
pato macho, o el perro que más levanta una patita trasera.
La mujer tiene que insertar en su memoria el archivo, borrado
erradamente por muchas mujeres del universo,
que el hombre es la cabeza de la mujer, como Cristo es la cabeza de la
iglesia: Mas quiero que sepáis, que
Cristo es la cabeza de todo
varón; y el varón es la cabeza
de la mujer; y Dios la cabeza de
Cristo. (1Corintios 11:3).