CUANDO LOS HIJOS SE VAN
FRAGMENTO DE: "CUANDO LOS HIJOS SE VAN" (Autor: Luis M. Moreta O.)
Cuatro causas combinadas y principales hay por las que los hijos se van de casa:
Estudios & Trabajos.
Matrimonio.
Muerte.
Maltrato & Rebeldía.
En nuestro libro "Cuando los Hijos se Van" usted encontrará como actuar en estos casos; y como invalidar las razones trágicas o funestas que pudieran arrebatar a sus hijos.
Como no
está asegurado que nuestros hijos permanezcan para siempre en la casa paterna,
es que los padres debemos esforzarnos en edificar en ellos mediante los buenos
métodos de la crianza efectiva. Unas buenas relaciones de familia basada en la
honestidad, en las buenas obras, en los buenos hábitos, en el respeto a los
demás, en la valoración a la creación, etc., serán los elementos claves para
que confiemos en que nuestros hijos, estando lejos y solos, no nos defraudarán yéndose de la noche a la mañana por caminos
inciertos.
Si los
padres han dado buen fundamento a los hijos durante la crianza en sus distintas
etapas, si han dado la formación adecuada, si han impreso los fundamentos
esenciales, si han sembrado, con su ejemplo, los valores claves, y si han
sembrado el código de honor de la familia, y les mostraron el valor de las
prioridades, no deben temer cuando los hijos se alejan. Pues los buenos hábitos caminan con nuestros
hijos aun sin proponérselo, y aun después de nuestra muerte. A eso le llamamos formación, templanza.
TRATADOS
ENCUENTRO OPORTUNO
Por Luis M. Moreta
Don mercante y doña clientina
El caer la tardecita sobre el agitado pueblo, se desmontó de un vehículo una doña compradora; entró a un establecimiento, y saludó sin demora.
-Buenas tardes, don Mercante.
-Muy buenas tardes, doña Clientina,. Que le trae por este sitio?- preguntó don Mercante.
-ya usted puede ver, como siempre- contestó la doña. –buscando algo que comprar. ¿tiene usted buenos productos?
-Bien sabe usted que de eso yo me ocupo, la doña, pida lo que quiera y verá.
Doña Clientina, un poco dudosa, da una ojeada por los tramos, y dice: ¿Sabe usted amigo mío? Siempre espero me vaya bien en mis compras, pero a veces solo me venden engaño.
-Eso no es extraño, amiga mía. El engaño es un ingrediente que sazona los servicios cotidianos de las gentes cuando no tienen esperanza; ponen su corazón en la materia, y buscan lo mejor para ellos, aunque creen que lo mejor son las deshonestas ganancias de sus malas o buenas mercancías.
-Sí, pero- intervienen doña Clientina- ¿y la lay y la justicia?
-Señora, la justicia mejor es la de Dios, y la ley son las Sagradas Escrituras, y hay que conocerlas porque nos guían a toda verdad. Yo, como comerciante, me guio por ellas, y espero de Dios la bendición.
-Bien, don Mercante, creo que es lo correcto… ¿Cómo están los precios, con altura?- Don Mercante sonríe, y responde: -Es mi deber hacerlo todo con altura, pero no los precios; de ellos podríamos decir que están por las Escrituras, lo más justo posible para satisfacción de mi jefe.- ¿Cuál es su jefe, señor? ¿No que es suyo este negocio?
-Bien que sí, pero desde que entregué mi vida a Jesucristo, El gobierna mis asuntos. ¿No ve usted que la medida está completa?
-Eso estoy notando, don Mercante, es muy diferente.
-Tiene que ser diferente. En Proverbios 20:10 dice: Pesa Falsa y medida falsa, ambas son abominación a Dios.
-Sí, así, mismo es, don Mercante. Varios comerciantes compran a $100, dicen: me costó $250, vendo barato en $275, ¿Qué le parece amigo?
Si señora, así hacen los mentirosos acorralados por la avaricia. Los temerosos de Dios estamos apercibidos por Proverbios 28:22, que dice: Se apresura a ser rico el avaro, y no sabe que le ha de venir pobreza. Y más aún, en efesios 5
.5, que dice: Porque sabéis esto. Que ningún fornicario o inmundo, o avaro, que es idolatría, tiene herencia en el Reino de Cristo y de Dios. De esta clase de gente es que se refiere Prov.20:14, cuando dice: El que compra dice: malo es, malo es; mas cuando se aparta, se alaba. Cuando el hombre pone su corazón en ls riquezas termina en la miseria espiritual, moral, y muchas veces hasta sin dinero mi corazón no está en este negocio, por eso trato con justicia. Mi fe está en Dios que meda paz, salud y salvación.
-Bien,- respondió doña Clientina –ahora sí comprendo por qué Jesucristo es su jefe, y de seguro que desde este mismo momento lo hago mío también…, hasta luego don Mercante.
Hasta luego, doña Clientina.
¿Quiere usted también hacerlo su jefe?
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