Familia (Fragmento de: "ETICAS, MATRIMONIO E HIJOS", Autor: Luis M. Moreta O)
Una sola familia unida, y con buenas y
excelentes relaciones con el creador en una sociedad cualquiera, es capaz de
paralizar la inclemente marcha de un cataclismo dirigido a borrar la raza
humana.
Una sencilla familia, bien unida entre si,
es el gran fuerte de refugio de cada uno de sus miembros cuando el infortunio,
cruzando sus fronteras, enclavare su aguijón en uno de los cuales.
Para dicha ocasión Dios llama la familia a
someterse a sus mandamientos porque ¿a quién, sino a ese núcleo de la creación
ha de usar Dios para refugiar a sus criaturas?
No a una familia que abandona, ni a la familia que aborrece, ni a la que
juzga sus miembros; sino, a la que perdona, a la que construye, a la que
tolera, a la que absuelve…, a la que consuela.
Del seno de la familia se extrae la mas
amarga sustancia que puede otorgar el trago mas funesto con que se intoxicaría
la humanidad; como también, lo más excelso de que se pueden valer los pueblos
para perpetuarse mas allá de los tiempos.
El tema de la familia ha de verse desde
una perspectiva realista, humilde,
sincera y sencilla. Temas como el
presente, en sus muy buenas intenciones, han sido tratados en sus escrituras
por millares de sicólogos, moralistas, religiosos, pedagogos, etc., pero a
nivel de que pasan las generaciones han tenido que ser suplantados por nuevos
métodos subordinados a la misma degeneración y decadencia de los tiempos
modernos. Las leyes que hacen los hombres
se subordinan a los hombres; mientras que, las leyes de Dios son inmutables,
son incólumes en medio de los cambios de las generaciones. La palabra de Dios permanece
para siempre.
En las sociedades de consumo, cuyos
valores primordiales son el poder adquisitivo, la fama y la popularidad;
hogares han perdido su esencia y su razón de ser porque los padres han tenido
que lanzarse a la búsqueda de esas posiciones.
La vida se ha diversificado en diferentes
vertientes a tal punto que nos desenvolvemos en diversas actividades que han
llenado nuestras agendas por causa de los desafíos de los tiempos modernos que
descansan bajo el rotulo de la globalización.
Es inminente que más personas se sumen a
las actividades públicas, y por esta razón se nos atribuyen más
responsabilidades alejándonos así del calor del hogar.
Sabemos que nuestros hijos y cónyuges nos
necesitan. Entendemos que requieren más
acercamiento, más atenciones; pero, cuando regresamos al hogar, estamos
fatigados, sin fuerzas para satisfacer sus necesidades emocionales.
Los progenitores pueden estar proveyendo
para las necesidades materiales de sus hijos intentando sustituir así las
necesidades de afecto. Al sentirse abandonados,
los hijos, y tal vez el cónyuge, tienden
(a veces sin advertirlo), a ampararse en otros refugios tales como: amistades
inadecuadas, juegos, o entretenimientos
adictivos para llenar el vacío de la falta de afecto. Esto es como poner remiendo nuevo en ropa
vieja, rompiéndose la ropa por otro lado
cuando el remiendo estira.
Los
padres, muy honorables, llenos de responsabilidades y compromisos sociales,
entregan la tutoría de sus vástagos a personas descalificadas para tal fin; o
al menos, los dejan solos en casa, y es así cuando menos solos están puesto que
se hacen acompañar de cuantos recursos se puedan proveer por su propia
cuenta. Así que, muchos elementos
perniciosos cubren la ausencia de los padres dando un toque de cosas extrañas a
la conducta de los hijos.
La mayoría de los casos de deformación y
degeneración en los hijos, es el fruto de la irresponsabilidad de los padres.
Muy lastimada y confusa, contaba una
adolescente de 14 años, que su madre, al salir de casa, la dejaba bajo el
cuidado de su mejor amiga. ¿Sabe usted?
Esa gran y buena amiga de la madre, instruía a la niña en materia de
lesbianismo.
De seguro que esa madre, muy confiada,
daba a su amiga sus agradecimientos por cuidar de su nenita, muy inocente del
mal que se le propinaba a su hogar-sano-hogar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario